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  • Foto del escritorLuisan Ortega

LA ACTIVIDAD FÍSICA COMO MEDIDA PARA EVITAR EL ENVEJECIMIENTO

Actualizado: 23 dic 2018

Existe multitud de evidencia científica que ha demostrado que un nivel bajo de forma física, es un potente factor de riesgo, además de predecir diferentes causas de mortalidad. Por esta razón, la práctica de actividad física debería ocupar un lugar en nuestra vida diaria. Como dicen Castillo Garzón, Ortega Porcel y Ruiz Ruiz en 2005, si partimos de la evaluación de la forma física y conociendo el estilo de vida y nivel de actividad física que posee una persona, podremos prescribir un programa de ejercicio adecuado e individualizado a las características de esa persona. Estos autores también dicen que para que el trabajo sea efectivo, se debe tener como objetivo no solo la mejora de la capacidad aeróbica y el aumento de la fuerza, sino que además se debe complementar con una mejora de la coordinación general y la movilidad articular.


La sociedad actual se caracteriza por un aumento de la expectativa de vida y un descenso de la natalidad, algo que produce un cada vez mayor envejecimiento de la población. Por lo tanto, desde el punto de vista sanitario se busca promover un envejecimiento saludable, más que reducir el número de enfermedades que se asocian con la vejez (Abbot, 2004).

Con el paso del tiempo, los órganos y tejidos, se ven afectados, aunque este grado de afectación varía de unos tejidos a otros. Cuando la pérdida funcional supera el 80% de la función máxima esperable, aparecen manifestaciones clínicas (enfermedad) y si esa función es vital, a medida que vaya progresando, acabará con la vida del sujeto (Castillo Garzón et al., 2005).


Pero, ¿es posible prevenir el envejecimiento? Castrillo Garzón et al., (2005) y habiendo repasado la literatura científica, dice que NO es posible pretender retrasar, detener o revertir el proceso de envejecimiento, pero también explica que el envejecimiento y la muerte no están genéticamente programadas y que por lo tanto es posible mejorar la salud y el buen estado físico. Pero para ello debemos evitar conductas de riesgo (tabaco, alcohol…) además de adoptar conductas beneficiosas para la salud como pueden ser el ejercicio físico y una dieta saludable (Olshansky, Hayflick , Carnes., 2002).


El ejercicio físico también implica un desgaste orgánico que hace disminuir la capacidad funcional, pero con descanso y un aporte adecuado de nutrientes, recuperamos esa funcionalidad, seguida de una fase de adaptación al esfuerzo o supercompensación (Delgado M, Gutiérrez A, Castillo MJ., 2004)

Por lo tanto, y repasando la literatura científica, observamos una tendencia clara a utilizar el ejercicio físico como la mejor manera para retrasar y prevenir las consecuencias del envejecimiento. Además, Castillo Garzón et al., (2005) expone una tabla con los efectos beneficiosos que produce la práctica habitual del ejercicio físico sobre la salud.



Por último, es conveniente decir que los diferentes estudios han demostrado que el VO2 máx es el mejor predictor de riesgo de muerte para todas las causas, pero especialmente por enfermedad cardiovascular, tanto en personas con un historial previo como en personas sanas (Carnethon et al., 2003) y además todo ello, tanto en varones (Kurl, Laukkanen, Rauramaa, Lakka, Sivenius, & Salonen., 2003) como en mujeres (Mora et al., 2003) . Además, se demuestra que un nivel bajo de condición física, constituye en factor de riesgo cardiovascular más importante. Así por cada aumento de 1 MET (consumo metabólico basal que equivale aproximadamente a 3,5 ml/Kg/min de oxígeno), se produce un aumento de un 12% en la expectativa de vida de los hombres (Kurl et al., 2003)y un 17% en el caso de las mujeres (Mora et al., 2003), de diferentes edades (Myers, Prakash, Froelicher, Do, Partington, & Atwood., 2002).


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

Abbott, A. (2004). Ageing: growing old gracefully. Disponible en: www.nature.com/nature/

Carnethon, M. R., Gidding, S. S., Nehgme, R., Sidney, S., Jacobs Jr, D. R., & Liu, K. (2003). Cardiorespiratory fitness in young adulthood and the development of cardiovascular disease risk factors. Jama, 290(23), 3092-3100.

Gutiérrez, A., Delgado, M., & Castillo, M. (1997). Entrenamiento físico-deportivo y alimentación. De la infancia a la edad adulta. Padiotribo. Barcelona.

Garzón, M. J. C., Porcel, F. B. O., & Ruiz, J. R. (2005). Mejora de la forma física como terapia antienvejecimiento. Medicina Clínica, 124(4), 146-155.

Kurl, S., Laukkanen, J. A., Rauramaa, R., Lakka, T. A., Sivenius, J., & Salonen, J. T. (2003). Cardiorespiratory fitness and the risk for stroke in men. Archives of internal medicine, 163(14), 1682-1688.

Mora, S., Redberg, R. F., Cui, Y., Whiteman, M. K., Flaws, J. A., Sharrett, A. R., & Blumenthal, R. S. (2003). Ability of exercise testing to predict cardiovascular and all-cause death in asymptomatic women: a 20-year follow-up of the lipid research clinics prevalence study. Jama, 290(12), 1600-1607.

Myers, J., Prakash, M., Froelicher, V., Do, D., Partington, S., & Atwood, J. E. (2002). Exercise capacity and mortality among men referred for exercise testing. New England journal of medicine, 346(11), 793-801.

Olshansky SJ, Hayflick L, Carnes B., (2002). Position statement on human aging: The truth about human aging. Scientific American. Disponible en: http://www.sciam.com/


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